Amiga, date cuenta

Teresa actúa igual que yo con mi ex, pero ella se pasa. Tal vez, si lo hubiera leído unos meses antes, no habría permanecido en esa relación durante tanto tiempo. Yo no le hubiera permitido que un día, al despertar, dijera el nombre de otra persona. Ni hubiera permitido que tuviera relaciones con otras tipas y yo no. No hacía nada para solucionarlo, sólo se le acurrucaba, usaba una pesadilla como excusa para poder reclamarle lo que la atormentaba durante el día. Claro que ella sabía que no debía seguir ahí, sólo que no se quería dar cuenta. Teresa es todo lo que fui con mi ex, una versión exagerada, y que no quiero volver a ser, por eso no la soporto. 
      Me gusta verme en otros personajes, explorar posibilidades, es por eso que para mí es importante mostrar modelos de personajes femeninos en la literatura —aunque también me identifico con los masculinos, según sea el caso—, pues favorece que yo, y me imagino que también tú, conozcamos e identifiquemos estos modelos tanto en nuestro entorno como en nosotros mismos. 
     En esta ocasión te voy a platicar dos situaciones que vivió Teresa, probablemente te recuerde a algo. Una tiene que ver con perritos y la otra con fotografías, ambas sobre la dependencia de Teresa hacia Tomás y su ausencia de intereses propios. 
     Karenin, una perrita con nombre de hombre y que después desarrollaría tendencias lesbianas, fue compañera de Teresa durante muchos años. Le llamaron tendencias lesbianas porque, contrario al estándar de que la hembra se encariña más con su amo que con su ama, ella se enamoró de su ama. 


Karenin fue su compañía en las noches en que Tomás tardaba en llegar. Teresa se consolaba, se distraía en los paseos con su cachorrita y, en las tardes que compartían juntas, la animaba ser todo para ese perrito, dispuesto a darle su tiempo y afecto, pues no tenía nada más. Karenin fue un regalo de Tomás hacia su esposa; sin embargo, y pese a que sí logró darle alegría y paz momentánea, fue un gesto motivado por la culpa  —como muchas otras cosas que llegaron gracias a eso—, la culpa de desvelarla, de no ser sólo de ella. 
     Tomás necesitaba que Teresa estuviera feliz, que tuviera algo para darle cariño y que fuera sólo suyo, ya que él no podía hacerlo. Eligió a una cachorrita entre todos los demás perritos condenados a morir en unas pocas horas de no ser elegidos por él. Karenin fue para Teresa lo que unas rosas o chocolates, o más recientemente, una caja llena de cheetos y otras golosinas saladas, una cena elegante, son para unos novios en una relación tóxica. 
     Hubo otra cosa que alegraba a Teresa, algo que parecía ser totalmente de ella y le daba poder e independencia, la satisfacción de transgredir, de hacer algo arriesgado en ausencia del miedo: fotografiar en las calles a los soldados rusos mientras se exponía al peligro. Creía que los días de fotografía eran los momentos más felices de su vida; se aferraba a seguir capturando soldados y sus tanques, tanto que, después de ser arrestada y amenazada de fusilamiento, lo primero que hizo al quedar en libertad fue volver a salir a las calles con su cámara y volver a tomar el mismo tipo de fotografía.




Cuando se le presentó la oportunidad de dedicarse profesionalmente a la fotografía, decidió que esta no era más que un medio para llegar más lejos y más alto y vivir junto a Tomás. Decidió que no le interesaba trabajar, pues su marido era médico y podía mantenerla, que su vida era él. No había ya pasiones ni aspiraciones propias, todo estaba en función de su hombre. 
     Con lo anterior, puedes notar que Teresa sólo se concebía a sí misma, sus emociones, sus decisiones, y sus actitudes través de Tomás. Teresa, como ama de casa al servicio y a voluntad de su esposo, se permitió ser feliz sólo con cosas que tuvieran que ver con él: se consoló con un perrito que él le regaló, se conformó con las actividades de ama de casa y el ingreso económico que Tomás le proveyera. 



Era feliz si sus actos tenían que ver con su marido, se describió a sí misma como una mujer limitada, y reconocía que su marido veía en ella a una mujer anacrónica. 




Teresa era anacrónica en ese entonces, y el libro se escribió en 1984; sus actitudes de ser vivo al servicio y en función de su pareja, no concordaban con la época: imagínate cómo te ves tú en 2019 con actitudes de Teresa.

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